Mi hija de 10 años lloraba cada vez que volvía de casa de sus abuelos. Escondí una grabadora, y al enterarme de toda la verdad, me quedé en shock…
Soy Meera, tengo 35 años y vivo en un apartamento en Bombay con mi esposo Arjun y nuestra hija pequeña, Ananya.
Para mí, mi hija lo es todo: obediente, buena en los estudios y muy cariñosa. Pero a medida que crecía, cada vez le costaba más compartir con su madre.
Y entonces, un día, me di cuenta de que le había causado mucho más dolor del que jamás imaginé.
Todo empezó cuando Arjun empezó a llevar a Ananya a visitar a sus abuelos —sus padres, que vivían en Thane— todos los fines de semana.
Al principio, pensé que era algo bueno: su abuela también necesitaba su compañía.
Sin embargo, últimamente, cada vez que Ananya volvía de allí, estaba inusualmente callada.
Un día, fue directa a su habitación y hundió la cara en la almohada, llorando.
Le pregunté qué le pasaba y ella simplemente negó con la cabeza:
— “Estoy bien, no te preocupes…”
Cuando le pregunté a Arjun, me espetó:
— “Le das demasiadas vueltas a todo. Es normal que los niños lloren un poco. No te estreses”.
Pero mi instinto maternal me dijo que definitivamente algo andaba mal.
Decidí hacer algo que todavía me da escalofríos al pensarlo.
Al día siguiente, antes de que mi hija se fuera con Arjun a Thane, metí discretamente una pequeña grabadora en su bolso.
Me temblaban las manos al cerrar la cremallera, con el corazón latiéndome con fuerza.
Una parte de mí se sentía culpable por sospechar… pero otra parte necesitaba saber la verdad.
Esa tarde, Ananya llegó a casa y se echó a llorar de nuevo.
La abracé fuerte y fingí que no había pasado nada.
Cuando se quedó dormida, encendí la grabadora.
Lo que oí me dejó atónito.