Casada durante un año, su esposo dormía en la habitación de su madre todas las noches. Una noche, ella echó un vistazo… y descubrió una verdad impactante.

Durante tres años de matrimonio, cada noche, Ethan, su esposo, se escabullía silenciosamente en la habitación de su madre. Al principio, Grace pensó que era inofensivo, pues solo quería cuidar de su madre viuda, la Sra. Turner, quien había estado sola desde la temprana muerte de su esposo. Pero después de un año, la paciencia de Grace comenzó a agotarse.

Entonces, una noche tormentosa, impulsada por una sensación de inquietud, decidió seguirlo. Abrió la puerta lentamente… y se quedó paralizada.

Grace y Ethan se casaron en una cálida tarde de primavera, rodeados de familiares y risas. Como hijo único, Ethan siempre había sido muy cercano a su madre. Grace, dulce y cariñosa, se ganó fácilmente el afecto de la Sra. Turner. Pero tan solo un mes después de su boda, Grace notó algo extraño: cada noche, después de charlar o de acostarse juntos, Ethan decía que no podía dormir y se iba silenciosamente a la habitación de su madre.

Al principio, a Grace no le importó. La Sra. Turner sufría de insomnio desde la muerte de su esposo y encontraba consuelo en alguien cerca. Pero ¿por qué Ethan no dejaba que Grace se quedara con ella? ¿Por qué no buscaba ayuda médica?

Pasaron los meses, luego un año. Grace empezó a sentirse dolorosamente sola en su propia casa. Cuando confrontó a Ethan, este solo sonrió suavemente.

“Por favor, cariño… Mamá ha estado sola tantos años. Solo puede descansar cuando estoy a su lado. Solo un ratito, ¿de acuerdo?”

Pero ese “rato” se alargó hasta convertirse en años. Seguían sin tener hijos. Algunas noches, Grace se despertaba con tenues murmullos tras la puerta cerrada de la Sra. Turner: voces, a veces sollozos.

Cuando le preguntaba al respecto, Ethan solo decía: “Mamá se asusta fácilmente, así que cierra la puerta con llave para sentirse segura”.

Su duda se agudizaba. Hasta aquella fatídica noche lluviosa. Ethan dijo su frase habitual: “Examinaré a mamá un rato”, y se fue.

Lo que vio la dejó atónita.

Ethan no dormía junto a su madre; estaba sentado junto a ella, sosteniendo su mano temblorosa. La voz de la Sra. Turner tembló al susurrar:

“No me dejes, John… Eres igualito a tu padre. No te vayas”.

Grace se quedó sin aliento. A la mañana siguiente, se le quebró la voz al confrontar a su esposo.

“Te vi anoche, Ethan. Por favor, dime la verdad”.

Ethan guardó silencio y luego dijo en voz baja:

“El trauma de mamá es profundo. Mi padre no murió en un accidente como todos creen… Se quitó la vida”.

 

 

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