El viaje de vuelta a casa fue tranquilo. Sam se aferraba un elefante de peluche que le habíamos traído y de vez en cuando emitía pequeños sonidos de trompeta que hacían reír a Mark. Yo no dejaba de mirarle en el asiento del coche, casi sin creer que fuera real.
En casa, empecé a desempaquetar las pocas pertenencias de Sam. Su pequeño petate parecía increíblemente ligero para contener todo el mundo de un niño.
“Puedo bañarlo”, me ofreció Mark desde la puerta. “Te daré la oportunidad de preparar su habitación exactamente como la quieres”.

Un hombre de pie en una puerta | Fuente: Midjourney
“¡Gran idea!”, Sonreí, pensando en lo maravilloso que era que Mark quisiera establecer un vínculo afectivo de inmediato. “No olvides los juguetes de baño que he cogido para él”.
Desaparecieron por el pasillo y tarareé mientras ordenaba la ropa de Sam en su nueva cómoda. Cada calcetín y camiseta diminutos hacían que aquello pareciera más real. La paz duró exactamente cuarenta y siete segundos.
“¡TENEMOS QUE DEVOLVERLO!”.
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