Decidí poner a prueba a mi marido y se lo dije.

«Y también me di cuenta de que no eres la persona con la que quiero estar.

En la riqueza y en la pobreza.

En las buenas y en las malas.

Por nada del mundo».

Se puso pálido. En silencio. Sin saber qué decir.

No tenía nada con qué rebatirlo. Ningún argumento. Ninguna defensa.

Porque la verdad siempre sale a la luz al final.

Y mientras él permanecía allí, conmocionado, destrozado, tomé mi bolso, mis documentos y me dirigí a la puerta.

Antes de irme, dije:

«Y dile a mamá que su plan fracasó».

Cerré la puerta tras de mí.

Y por primera vez en mucho tiempo, respiré hondo.

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