El esposo dejó los papeles del divorcio sobre la mesa y, con una sonrisa triunfante, arrastró su maleta con cuatro millones de pesos rumbo a la casa de su amante… La esposa no dijo una sola palabra. Pero exactamente una semana después, ella hizo una llamada telefónica que sacudió su mundo. Él regresó corriendo… demasiado tarde.
Valeria no sabía cocinar.
Todos los días exigía restaurantes caros.
No sabía planchar.
Y lo peor: gastaba dinero como si fuera agua.
Los millones comenzaron a desaparecer.
Exactamente una semana después, Ricardo estaba comiendo sopa instantánea cuando su teléfono sonó.
Era Elena.
—¿Qué pasa? —contestó con desprecio—.
—¿Ya te arrepentiste? ¿Quieres que vuelva?
—Regresa a la casa ahora mismo —lo interrumpió Elena—.
—Si todavía quieres conservar lo más importante de tu vida.
La llamada se cortó.
Ricardo se quedó inmóvil.
Valeria estaba ocupada haciendo un live en redes sociales, ni siquiera lo miró.
Un escalofrío le recorrió la espalda.
Tomó las llaves y salió corriendo hacia la antigua casa.
La reja estaba abierta.
Las luces encendidas.
Elena estaba sentada en el sofá, con los brazos cruzados.
Frente a ella, una maleta negra.
La misma.
—¡¿Te atreviste a tocar mis cosas?! —gritó Ricardo.
Elena levantó una ceja.
—¿Tuyas?
—¿Estás seguro?
Puso el pie sobre la maleta y la abrió.
Dentro no había ropa.
Había cuatro escrituras de propiedades, documentos empresariales, certificados de acciones y cuentas bancarias.
Todos…
a nombre de Elena.
Ricardo palideció.
—¿Qué… qué es esto?
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