En mi noche de bodas, mi esposo trajo a su amante y me obligó a mirarlos. Lo que descubrí una hora después lo cambió todo.
Se metió en la cama.
Y se duchó al instante, sin el más mínimo atisbo de remordimiento.
Me quedé allí, inmóvil.
Mi vestido se arrugó, mi alma se hizo pedazos.
Entonces mi teléfono vibró.
Era un mensaje de un número desconocido.
Lo abrí.
Y la foto que vi hizo que TODO cobrara sentido.
Documentos. Capturas de pantalla. Registros.
La verdadera razón por la que se casó conmigo.
Por qué ella estaba allí.
El significado de su amenaza.
Prueba de que no se había casado conmigo por amor.
Prueba de que ni siquiera se había casado conmigo por conveniencia.
Se había casado conmigo por venganza: una venganza fría y calculada por algo que nunca quise hacer.
Por una tragedia que intenté evitar.
La verdad era mil veces más oscura de lo que podría haber imaginado.
Me temblaban las manos mientras pasaba la página.
La foto me mostraba a mí, pero no a la mujer que era ahora.
Era yo, hacía 10 años, de pie en el pasillo de un hospital… junto a un anciano.
Recordaba esa noche con claridad.
Mi testimonio de hace 10 años: intenté salvar a ese anciano cuando un conductor ebrio lo atropelló. Fui el único testigo. Dije la verdad. Mi testimonio envió al conductor a prisión.
Resultó que ese conductor era el hermano del hombre con el que ya me había casado. Ese incidente destruyó la vida de su hermano, y en su mente retorcida, eso significaba que yo también merecía ser destruida.
Mi visión se nubló.
Apenas podía respirar.
Lo miré, todavía dormido en nuestro lecho nupcial.
Continua en la siguiente pagina