La muerte llega sin previo aviso. A veces entra en el hogar tan silenciosamente que hasta el aire parece cambiar. De repente, la habitación donde alguien respiraba, reía y rezaba se quedó en silencio, como si el tiempo se hubiera detenido. Ante esta quietud, surge una pregunta que muchos sienten, pero pocos expresan:
¿Es posible dormir en la cama de alguien que ha fallecido?
¿Es peligroso? ¿Es una falta de respeto? ¿Algo de su alma permanece “apegado” a ese lugar?
Estos miedos son humanos. No provienen de supersticiones absurdas, sino del amor. Cuando perdemos a un ser querido, todo lo que tocó se vuelve sagrado. La cama donde permaneció parece guardar un eco de su presencia, y el corazón duda entre acercarse o evitarla.
Pero antes de tener miedo, es importante comprender dónde reside realmente el alma del difunto.
El alma no está atrapada en la casa. Uno de los miedos más comunes tras una pérdida es la sensación de que el espíritu sigue rondando la habitación. Se percibe en el silencio, en un aroma, en una prenda de vestir. Pero estas sensaciones no provienen del alma del difunto… sino del amor que aún conservamos.
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