¿Qué harías si fueras una humilde mesera y vieras a la madre sorda de un billonario siendo ignorada por todos en un elegante restaurante? Elena jamás imaginó que usar lenguaje de señas cambiaría su vida para siempre. El reloj del restaurante marcaba las 10:30 de la noche, cuando Elena finalmente pudo sentarse por primera vez en 14 horas.
Sus pies ardían dentro de los zapatos desgastados y su espalda le suplicaba un descanso que no llegaría pronto. El restaurante La Perla del Caribe, ubicado en el corazón de la zona hotelera de Cancún, atendía exclusivamente a la élite económica. Las paredes de mármol brillaban bajo las lámparas de cristal y cada mesa tenía manteles de lino y cubiertos de plata maciza. Elena limpiaba una copa de cristal que valía más que su salario de un mes. La señora Herrera entró como una tormenta vestida de negro.
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