Llevé a mi esposa al hospital, ella acababa de llegar para un análisis de orina cuando el médico se inclinó hacia mi oído y susurró: “Llame a la policía inmediatamente”.

Finalmente, los agentes me dejaron entrar. Mi esposa estaba allí, pálida, con lágrimas en los ojos. Él evitó mirarme. El médico suspiró y explicó en voz baja:

“Durante el examen, descubrimos alteraciones en su cuerpo que no corresponden a una enfermedad común. Son el resultado de una intoxicación lenta con una sustancia nociva. Por eso le pedí que llamara a la policía”.

Me quedé sin palabras. Tenía la mente en blanco, solo un nudo en la garganta. Tomé su mano temblorosa y le pregunté:

“¿Quién te hizo esto?”.

Rompió a llorar:
—“No lo sé con certeza… Pero últimamente, cada vez que bebía el vaso de agua que había en la cocina, me sentía mareada y con náuseas. Pensé que era cansancio. No quería preocuparte… Nunca imaginé…”.

Mis lágrimas fluían sin control. Sentía rabia, impotencia, pero sobre todo, un profundo dolor. La persona que compartía mi vida estaba sufriendo y yo no lo había visto. La policía tomó nota, pidió que se guardaran algunos objetos de nuestra casa como prueba y comenzó la investigación.

Ese día comprendí que la vida de mi esposa se había salvado gracias a la atención y responsabilidad de un médico. Sin ese susurro, quizá nunca habría descubierto la verdad. Le apreté la mano y le dije:
“No te preocupes, mientras esté aquí, no dejaré que nadie te vuelva a hacer daño”.
En los días siguientes, ella comenzó un tratamiento de desintoxicación. Estaba muy débil, pero poco a poco su mirada recuperó la claridad. La policía trabajaba arduamente para encontrar al culpable. Pasé noches en vela, entre la preocupación y la esperanza de que pronto todo saliera a la luz.

Una noche, estando junto a su cama, me tomó la mano con lágrimas en los ojos:
“Gracias… Si no hubieras insistido en traerme, quizá ya no estaría aquí”.

La abracé fuerte, conteniendo la emoción:
“No, fue el médico quien te salvó. Pero te prometo que nunca volverás a enfrentarte a nada sola”.

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