Los médicos permitieron que el perro entrara a la habitación para despedirse de su dueño; unas horas después, la enfermera entró y gritó horrorizada.

tal vez un día. Pero lo que le pesaba no era la muerte. Era la idea de dejar atrás a la única alma que nunca lo había abandonado. Cada mañana, mientras la enfermera le ajustaba la vía intravenosa o estiraba las sábanas, miraba hacia la ventana…

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