Mi esposo me pegaba todos los días… Un día, cuando perdí el conocimiento, me llevó al hospital, alegando que me había caído por las escaleras. Sin embargo, se quedó paralizado cuando el médico…
La puerta se cerró, sofocando su ira. Por primera vez, la tormenta no iba dirigida a mí. Solté un suspiro tembloroso. Mis manos seguían temblando, pero de otra manera.
Esperanza.
Momentos después, llegó la abogada. Se llamaba Rachel. Se sentó a mi lado, me ofreció pañuelos y me habló con dulzura, como si yo fuera una persona y no solo un expediente.
“Claire”, dijo, “decidas lo que decidas, no estarás sola en esta dura prueba”.
Continua en la siguiente pagina