Mientras compraba, una niñita se subió a mi carrito y dijo: «No me devuelvas el dinero. Tengo miedo».

“Es hora de irnos, cariño”, dije con dulzura, tomándole la mano.

Gloria asintió levemente con la cabeza. “Pórtate bien, ¿de acuerdo?”.

Se agachó, le susurró algo, y luego, con lágrimas en los ojos, Lily me tomó la mano.

Solo con fines ilustrativos.
A partir de ese día, la vida cambió para ambas. Lily se adaptó poco a poco a su nuevo entorno y encontramos consuelo en nuestras pequeñas rutinas.

Cada noche, compartíamos historias antes de dormir, y cada mañana, me saludaba con una sonrisa que me recordaba que había tomado la decisión correcta.

“¿Volveré a ver a mamá?”, preguntó una noche.

“Sí, cariño”, le aseguré. “Cuando esté lista. Y hasta entonces, estás a salvo aquí conmigo”.

Ese viaje me enseñó que, a veces, el mayor acto de amor no es solo aferrarse, sino saber cuándo soltar y confiar en el futuro.

Cuéntanos qué te pareció esta historia y compártela con tus amigos. Podría inspirarlos y alegrarles el día.

Este artículo está inspirado en historias de la vida cotidiana de nuestros lectores y escrito por un escritor profesional. Cualquier parecido con nombres o lugares reales es pura coincidencia. Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos.

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