“SEÑOR, ESE NIÑO JUGÓ A LA PELOTA CONMIGO AYER”, DIJO EL NIÑO AL MILLONARIO. LA VERDAD ES IMPACTANTE
Puedo conseguirle un taxi y enseñarle a manejarlo con una gorra y unos lentes. Nadie lo reconocerá.” Al principio, Pablo rechazó la idea por considerarla ridícula. Pero mientras más lo pensaba, más sentido tenía. Catarina nunca sospecharía que su esposo millonario estaría conduciendo un taxi por las calles de la ciudad.
Durante tres días, Fernando le enseñó los aspectos básicos de ser taxista, cómo usar el taxímetro, las rutas más comunes, cómo comportarse con los pasajeros. Pablo se sorprendió de lo mucho que no sabía sobre la ciudad que creía conocer también desde las ventanas de sus lujosos automóviles. El cuarto día, Pablo se instaló en una esquina cercana al elegante centro comercial donde Catarina solía hacer sus compras.
Llevaba puestos unos lentes oscuros, una gorra desgastada y una camisa a cuadros que había comprado especialmente para la ocasión. Se había dejado crecer la barba durante varios días, cambiando completamente su apariencia habitual. Durante horas esperó observando cada auto que pasaba, cada persona que caminaba por la acera. Su corazón latía aceleradamente cada vez que veía una figura femenina que se pareciera remotamente a su esposa.
Pero Catarina no apareció ese día. El segundo día de vigilancia, Pablo casi abandona su plan. La incertidumbre lo estaba matando y comenzaba a pensar que tal vez había malinterpretado el mensaje de texto. Quizás había una explicación inocente para todo. Pero entonces recordó otros pequeños detalles que había pasado por alto, las llamadas telefónicas que Catarina cortaba abruptamente cuando él entraba a la habitación.
Las excusas cada vez más frecuentes para salir sola, la forma en que había comenzado a arreglarse con más cuidado, incluso para las actividades más mundanas. Fue en el tercer día cuando finalmente la vio. Catarina salió del centro comercial llevando varias bolsas de compras, pero algo en su comportamiento era diferente.
Miraba constantemente alrededor como si esperara a alguien o como si temiera ser vista. Pablo sintió como su estómago se contraía mientras la observaba caminar hacia la parada de taxis. Sin pensarlo dos veces, Pablo arrancó su taxi y se dirigió hacia donde estaba su esposa.
Cuando se detuvo frente a ella, Catarina subió al asiento trasero sin siquiera mirarlo a la cara, algo que Pablo agradeció profundamente. “Buenas tardes”, dijo Pablo, disfrazando su voz para hacerla más grave y con un ligero acento que había estado practicando. ¿A dónde la llevo? Catarina le dio una dirección que Pablo no reconoció inmediatamente. Estaba en un barrio residencial de clase media, muy diferente al exclusivo sector donde vivían.
Mientras conducía, Pablo observaba a su esposa por el espejo retrovisor tratando de descifrar su expresión. El tráfico estaba pesado esa tarde, lo que le daba más tiempo para estudiar a Catarina. Ella parecía nerviosa, revisando constantemente su teléfono y arreglándose el cabello. Llevaba puesto un vestido que Pablo no reconocía, uno que definitivamente no había visto en su armario, y sus joyas eran diferentes a las que usualmente elegía.
¿Es la primera vez que va a esa dirección? Preguntó Pablo tratando de sonar como un taxista curioso, pero sin levantar sospechas. Catarina levantó la mirada del teléfono por primera vez. Desde que había subido al taxi. En el espejo retrovisor, Pablo pudo ver sus hermosos ojos verdes, los mismos que se había enamorado tantos años atrás, pero ahora había algo diferente en ellos, una mezcla de ansiedad y culpa.
No, respondió ella suavemente. Voy allí regularmente. Pablo sintió como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. La confirmación de que esto no era algo nuevo, sino una rutina establecida. hacía que la traición fuera aún más dolorosa. ¿Cuánto tiempo llevaba esto sucediendo? ¿Cómo había sido tan ciego? Debe ser un lugar especial entonces, comentó Pablo luchando por mantener la conversación.
Casual mientras su mundo se desmoronaba por dentro, Catarina guardó silencio durante varios minutos y Pablo pensó que no respondería. Pero entonces, para su sorpresa, ella comenzó a hablar. Lo que salió de sus labios fue algo que Pablo jamás esperó escuchar. Sí, es muy especial, dijo Catarina, su voz cargada de una emoción que Pablo no pudo identificar inmediatamente.
Es donde voy a ver a alguien que que significa mucho para mí, alguien que mi esposo no conoce. Pablo apretó el lunes volante con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Aquí estaba la confesión que había temido, pero que necesitaba escuchar. Su esposa estaba admitiendo su aventura a un completo extraño, a un taxista que no tenía idea de quién era ella realmente.
“¿Su esposo no sabe sobre esta persona?”, preguntó Pablo, su voz casi quebrándose a pesar de sus esfuerzos por mantener el disfraz. “¿No? Respondió Catarina mirando por la ventana. Y si se enterara, creo que lo destrozaría. Las palabras de Catarina resonaron en la cabeza de Pablo como campanas fúnebres. Ella tenía razón, se sentía completamente destrozado.
Pero lo que más le dolía no era solo la traición, sino el hecho de que ella parecía estar consciente del daño que le causaría. Y aún así continuaba con su aventura. ¿Por qué no se lo dice?, preguntó Pablo, sintiendo que caminar por esta cuerda floja emocional mientras conducía era la cosa más difícil que había hecho en su vida. Catarina suspiró profundamente.
Un sonido cargado de tristeza que Pablo conocía bien. Era el mismo suspiro que daba cuando tenía que tomar una decisión difícil, el mismo que había dado cuando decidieron tener hijos, cuando Pablo propuso expandir el negocio a otras ciudades, cuando enfrentaron las crisis familiares del pasado, porque él no lo entendería.
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