La verdad.
Una semana después, llegaron los resultados.
Abrí el sobre con manos temblorosas.
Y un segundo antes de leerlo, sentí como si estuviera al borde de un abismo.
Donde no hay vuelta atrás.
No hay coincidencia.
Lucas no era mi hijo biológico.
El mundo se desvaneció. El aire se desvaneció.
Caí al suelo, sintiendo solo frío.
Recordé el nacimiento, el dolor, el primer llanto, el cuerpecito en mis brazos.
Recordé el olor de su piel, su aliento.
¿Cómo no ser madre de alguien a quien llevaste en tu vientre, a quien amas con todo tu ser?
Me quedé sentada durante horas, mirando fijamente la pared.
Y entonces fui al hospital donde di a luz.