Cuando la mujer y su hijo llegaron, conmocionados, Arthur habló primero.
“Lo siento. No porque me hayan expuesto. Porque fui cruel.”
El chico lo miró.
“Entonces dilo públicamente.”
De pie donde importa
En la conferencia de prensa, Arthur estuvo junto a ellos.
No se disculpó.
Confesó.
“Confundí riqueza con valor”, dijo. “Y un niño me mostró lo pequeño que eso me hacía.”
El chico habló después.
“La gente no es pobre por falta de inteligencia”, dijo. “Son pobres porque los sistemas los hacen invisibles.”
La sala aplaudió.
Lo que queda
Seis meses después, la caja fuerte seguía en la oficina de Arthur.
Pero dentro no había objetos de valor.
Solo cartas.
Fotos.
Y una nota:
“Ábrela solo si olvidas quién quieres ser.”
Arthur nunca lo hizo.
Porque el chico ya había desbloqueado lo más difícil de todo.
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