Una mujer de 20 años estaba enamorada de un hombre mayor de 40. El día que lo llevó a casa para que conociera a su familia, su madre corrió a abrazarlo, y resultó que no era otro que…

Mi madre me abrazó, sollozando.
“Lo siento mucho… nunca imaginé…”

No dije nada. Mis lágrimas hablaron por mí: amargas, pesadas, imposibles de contener.

Estuvimos juntas un buen rato ese día. Ya no era un momento para presentar a un novio, sino un reencuentro de almas separadas por más de dos décadas.

Y yo… una hija que encontró a su padre y perdió a su primer amor al mismo tiempo… solo pude quedarme sentada en silencio mientras las lágrimas seguían cayendo.

 

 

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