—¡Emily, Emily! —preguntó su madre desde la puerta—.
—¿Qué pasa ahora? —espetó Emily—. Oh, es solo la criada. A ver qué quiere.
Su madre entró con una cálida sonrisa.
—Mi pequeña… ¡hoy es tu sesión de fotos de boda! Quería estar contigo para conocer a tu prometido. Incluso me puse el vestido que me regaló tu abuela.
Emily entrecerró los ojos.
—¿Esa cosa vieja? Parece que vas camino del mercado, mamá.
—¿Qué tiene de malo? —preguntó su madre en voz baja—. Solo quería estar a tu lado.
—No me llames hija —susurró Emily—. Omar viene de una familia elegante. Necesito cumplir con sus expectativas. Solo me avergonzarás. Por favor, vete.
El rostro de su madre se ensombreció.
—Solo quería verte feliz.
—Vete —dijo Emily con firmeza, volviéndose hacia el fotógrafo. “Podemos continuar ahora.”
Unos días después, su madre apareció de nuevo con sobres.
“Estos son los pagos de la recepción y el salón”, dijo con dulzura. “Todo es carísimo, Emily. ¿Cómo vas a pagarlo?”
“Mamá, es mi boda. No empieces”, respondió Emily bruscamente. “Deberías agradecer que te deje ayudar.”
“Quieres mi dinero”, dijo su madre en voz baja, “pero te avergüenzas de mí. ¿Cómo terminamos así?”
Esa noche, Emily se desahogó con su mejor amiga.
“¿En serio vas a esconder a tu madre?”, preguntó su amiga, atónita.
“No la estoy escondiendo”, insistió Emily.
“Estoy protegiendo mi imagen. La familia de Omar jamás aceptaría que mi madre sea indígena.”
“Emily, eso es horrible”, dijo su amiga, negando con la cabeza. “No puedo ser parte de esto.”
“Entonces me encargo yo misma”, dijo Emily con frialdad.
Días después, contrató a una actriz llamada Marina para que se hiciera pasar por su madre en la boda.
“Dirás que eres viuda, una exitosa empresaria que vivió en Europa”, le indicó Emily.
Marina frunció el ceño. “No deberías empezar un matrimonio con mentiras, Emily”.
“Te pago bien. ¿Aceptas o no?”
Marina suspiró. “Bien. Pero estás jugando con fuego”.
En la cena de ensayo, el destino intervino. Omar abrió la puerta y allí estaba Citlali, la verdadera madre de Emily, con una camisa recién planchada en la mano.
“Hola, joven”, lo saludó amablemente. “Traje tu camisa de boda”.
A Emily se le encogió el estómago. Su madre y Marina estaban cara a cara.
“¿Qué haces aquí?”, susurró.
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