Cuando la sostuve en mis brazos, todo el dolor se disipó. No me importaba que no fuera el “niño” que esperaban.
Estaba viva.
Era mía.
Y eso era todo lo que importaba.
El cambio de rumbo
Unas semanas después, un antiguo vecino me envió un mensaje:
Clarissa también había dado a luz.
Toda la familia De la Cruz celebró con globos, pancartas y un gran banquete.
Su tan esperado “heredero” por fin había nacido.
Pero una tarde, un rumor corrió por el vecindario,
un rumor que les puso el mundo patas arriba.
El bebé…
no era el bebé.
Y peor aún…
el niño no era de Marco.