Me la apartó.
—No llames. No escribas.
Se fue. Helen lo siguió.
La puerta se cerró de golpe y la casa quedó sumida en un silencio sepulcral.
Dolor
Me senté en el suelo, aferrada al papel, como si pudiera arrancarlo y destruir la mentira. Pero las letras seguían grabadas a fuego en mi memoria.
«0%».
Como si alguien hubiera borrado todo por lo que había vivido.
No pude dormir esa noche. Lucas respiraba suavemente a mi lado, pegado a mí.
«¿Dónde está papá?», preguntó por la mañana, parpadeando con sueño.
«Se ha ido de viaje de negocios», mentí, sintiendo cómo se me encogía el corazón.
No podía dejar que viera mi desesperación.
Pero cuando se durmió…
Rompí a llorar. No de rabia. De impotencia.
Sabía que la verdad estaba ahí fuera. Que alguien mentía. Pero ¿cómo iba a probarlo si tenían la prueba en sus manos?
Decidí hacerme la mía. La auténtica.