¿Sabes qué me dijo cuando lo descubrí? Mamá, por favor, no se lo digas a papá. Es lo único que tengo que es solo mío. Ricardo se tambaleó como si lo hubieran golpeado. Eso no es. Yo lo amaba. Hice todo por él. Le diste todo, excepto tiempo. La voz de Elena se suavizó, convirtiéndose en algo peor que rabia. Lástima. Le compraste el hospital más caro, los mejores doctores, tratamientos experimentales que costaron millones, pero nunca te sentaste simplemente a su lado a ver una película, nunca jugaste con él. Cuando te pedía que lo llevaras al parque antes de enfermarse, siempre
estabas demasiado ocupado. Estaba construyendo un imperio para él, para su futuro. No tenía futuro. Ricardo Elena pronunció cada palabra como una sentencia. Los doctores nos dijeron hace 8 meses que era terminal y tú duplicaste tus horas de trabajo como si pudieras comprar más tiempo con dinero.
El silencio se extendió entre ellos como un abismo. “Hay un diario”, dijo Elena finalmente sacando un cuaderno de su bolso. Mateo escribió durante todo el tratamiento. Lo encontré después, después del funeral. He tenido miedo de leerte, miedo de que me lo quitaras, pero ahora veo que necesitas leerlo tanto como yo necesitaba guardarlo. Le extendió el cuaderno con portada de superhéroes, las esquinas dobladas por el uso.
Ricardo lo tomó con manos temblorosas. Lo abrió en una página al azar. Día 127 de tratamiento. Papá llegó cuando ya estaba dormido otra vez. Dejó un iPad nuevo en el buró. tiene como 1000 juegos instalados, pero yo habría preferido que se quedara y me contara una historia aburrida del trabajo. Mañana voy al parque.
Diego prometió enseñarme ese regate que nunca me sale, aunque probablemente me canse muy rápido. A veces pienso que papá trabaja tanto porque tiene miedo de verme, de ver que me estoy muriendo. No estoy enojado con él. Solo quisiera que supiera que no me da miedo morirme. Me da miedo morirme y que él nunca se dé cuenta de que estuvo demasiado ocupado para conocerme. El sollozo que salió de Ricardo fue animal.
¿Cuándo?, logró preguntar. ¿Cuándo supiste de las escapadas? Una enfermera me lo dijo al tercer mes. Fui al parque a detenerlo. Elena cerró los ojos. Pero entonces lo vi. Vi a nuestro hijo corriendo, riendo, siendo simplemente un niño, no un paciente, no una víctima, solo Mateo. Hablé con Carmen, le pedí que lo cuidara y tomé la decisión de no decirte, no tenías derecho. Tenía todo el derecho.
Elena lo enfrentó con una dignidad devastadora. Alguien tenía que poner a Mateo primero y claramente no ibas a ser tú. Ricardo quiso discutir, defenderse, pero las palabras de su hijo muerto eran más fuertes que cualquier excusa. Abrió la carta. La carta que había cargado durante días como un talismán o una bomba.
La letra infantil de Mateo bailaba en la página. Cada palabra una puñalada quirúrgica. Papá, si estás leyendo esto, significa que ya morí y que alguien te contó sobre el parque. Probablemente fue Diego. Es mi mejor amigo, aunque él no sabe que estoy enfermo. Para él soy solo Teo, el peor portero del mundo.
Sé que vas a estar enojado porque mentí sobre las terapias, pero necesitaba esas tardes, papá. En el hospital todos me miran como si ya estuviera en un ataúd. En casa todo es tan silencioso y perfecto que siento que ensuciarlo solo con existir. Pero en el parque los chicos no saben, me tratan normal, me gritan cuando dejo pasar goles, se ríen conmigo, no de mí.
No estoy bravo contigo por trabajar tanto. Sé que me amas, aunque no sepas cómo demostrarlo. Mamá dice que eres como el abuelo, que expresas amor construyendo cosas. Y está bien, pero a veces deseaba que quisieras construir algo conmigo, aunque fuera una torre del ego.
Diego no tiene mucho dinero, pero su mamá siempre tiene tiempo para él. Vi que ella le peinaba antes de ir al parque. Cosas pequeñas así que importan. Por favor, no estés triste mucho tiempo y por favor cuida de Diego por mí. Es buen chico. Juega fútbol mil veces mejor que yo. Tal vez puedas ir a verlo jugar algún día, hacer las cosas que no hiciste conmigo.
Te quiero, papá. Aunque nunca me hayas preguntado sobre mis días, aunque sie
Continua en la siguiente pagina