
Las semanas transcurrieron. Guillaume vio florecer a Émilie junto a Claire. La casa, antes silenciosa, ahora resonaba con risas y cuentos antes de dormir. El ambicioso hombre de negocios comprendió entonces que su fortuna no valía nada sin esa sencilla felicidad.
Una tarde de otoño, finalmente reunió el valor necesario y le dijo a Claire:
«Tu lugar está donde Émilie te necesita. Y ese lugar es con nosotros».
Claire, abrumada, aceptó. En el balcón, la voz de Émilie resonó triunfante:
“¡Te lo dije, papá! ¡Era ella!”
Una historia que nos recuerda lo que realmente importa.
La boda fue sencilla, sin pompa ni cámaras, pero llena de emoción. Guillaume, durante mucho tiempo prisionero de las apariencias, descubrió la verdadera riqueza: una familia unida .
Emilie estrechó la mano de Claire, sonriendo:
“¿Ves, mamá? Te elegí desde el principio.”