Una mujer de 20 años estaba enamorada de un hombre mayor de 40. El día que lo llevó a casa para que conociera a su familia, su madre corrió a abrazarlo, y resultó que no era otro que…

Durante un programa de voluntariado en Guadalajara, conocí a Santiago, el coordinador de logística. Era más de veinte años mayor que yo: amable, tranquilo y alguien cuyas palabras tenían una profundidad a la que no estaba acostumbrada. Al principio, simplemente lo respetaba como colega, pero poco a poco, mi corazón cambiaba cada vez que lo oía hablar.

Santiago había superado sus propias tormentas. Tenía una carrera estable, un matrimonio roto a sus espaldas y no tenía hijos. Rara vez hablaba de su pasado; solo decía: “Perdí algo valioso. Ahora solo quiero vivir con honestidad”.

Nuestra relación se desarrolló lentamente, tranquila, genuina, sin caos. Me trataba con paciencia y ternura, como si fuera algo delicado que quisiera proteger. La gente susurraba, preguntándose por qué una chica de veinte años se enamoraría de un hombre dos décadas mayor, pero a mí no me importaba. Con él, me sentía segura.

Un día, me dijo:

“Quiero conocer a tu madre. No quiero que nos escondamos más”.

Se me encogió el estómago. Mi madre era estricta y cautelosa, pero yo creía que si nuestro amor era real, no debía tener miedo.

Así que lo traje a casa. Santiago llevaba una camisa blanca y un ramo de cempasúchil; las flores que había mencionado eran las favoritas de mi madre. Le tomé la mano mientras cruzábamos el viejo portón de nuestra casa en Tlaquepaque. Mi madre estaba regando sus plantas cuando nos vio.

Se quedó paralizada.
Antes de que pudiera decir nada, corrió hacia él, lo abrazó y rompió a llorar.

“¡Dios mío… eres tú!”, gritó. “¡Santiago!”.

El aire se sentía pesado. Me quedé inmóvil, completamente perdida. Mi madre se aferró a él, temblando, mientras Santiago la miraba con incredulidad.

“¿Eres tú… Thalía?”, susurró con la voz temblorosa.

Mi madre levantó la cara y asintió con desesperación. “Sí… eres tú de verdad. Después de más de veinte años… ¡estás viva, estás aquí!”

Mi corazón empezó a latir con fuerza.
“Mamá… ¿conoces a Santiago?”

 

 

 

⏬ Continua en la siguiente pagina ⏬

Leave a Comment